Padre Eterno: en tiempos dificiles Tú siempre eliges personas que por su palabra y ejemplo muestran el camino hacia Tí. En tu amor paternal has confiado a tu hijo y sacerdote, el Padre José Kentenich, la misión de proclamar las grandezas de María a la Iglesia actual. Así como el se consagró a la Santísima Virgen, trató de llevar a muchos a la Alianza de Amor con la Madre y Reina de Schoenstatt para que por Ella llegaran más facilmente a Cristo y a Tí, Padre de la Misericordia. Concede al Padre José Kentenich el honor de los altares para que el pueblo de Dios vea su ejemplo y experimente su ayuda. Padre de Bondad, escúchame por intercesión en mis necesidades, para alavanza tuya y de la Madre y Reina de Schoenstatt. Amén.
Tu y tu Dios
Ante la amorosa Majestad de Dios
Quien esté suficientemente compenetrado con las relaciones básicas más íntimas entre Dios y el alma, no tendrá plegaria más profunda y hermosa que la oración única, la grande, ¡Adoramuste! ¡Te adoramos!
¡Glorificamus te! ¡Te glorificamos! Te alabamos por tu grandeza.
Existimos para que el Dios eterno sea alabado y ensalzado, conocido y reconocido.
Dios creó el mundo para su glorificación. Los seres irracionales alaban, ensalzan y glorifican a Dios por medio de su ser... siempre representan un atributo de Dios, son un reflejo suyo; ellos hablan, yo debo entender su lenguaje. A través de ellos debo ascender de la glorificación de Dios pues las cosas adquieren su sentido más profundo por mi... Por mí las propiedades de la creación deben lograr la glorificación de Dios de un modo especial. Esto sucede cuando alabo a Dios debido a estas propiedades representadas en las criaturas como reflejo de su gloria.
Continuamente debemos alabar a Dios y ensalzarlo, inclusive en nuestro trabajo.
Orar es elevar el espíritu hacia Dios con la expresa intención de glorificarlo o de implorar gracias para que nos hagamos mejores para su gloria.
¿Cómo es nuestra oración? Supuestamente conocemos bién la oración impretoria y también la de alabanza, pero que poco conocemos oración de agradecimiento
¡Cuánto nos dio Dios como creador, Padre, conservador y gobernador del mundo! ¿Qué soy sin El?
¿No basta esto para que un corazón sano y auténtico se sienta impulsado a manifestarse constantemente su alabanza y gratitud? ¡Veamos la vida de Cristo! ¡Cuántas veces dio gracias al Padre Celestial!
Si observamos la liturgia y la Sagrada Escritura, veremos con qué frecuencia se nos induce a dar gracias. Fijémonos cómo se prepara el canon en la liturgia. El Prefacio comienza: "Vere dignum et justum est", etc. Es justo dar gracias, sobre todo en la Sma. Eucaristía mediante ella.
Leemos en el Apocalipsis: "Siempre que los vivientes daban gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postraban delante del que esta sentado en el trono y lo adoraban diciendo: "Digno eres, Señor Dios, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque Tu creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas" ( Ap.4,9-11)
Este pasaje presenta un cuadro imponente, majestuoso. Los veinticuatro ancianos simbolizan toda la humanidad, tal como estará en el cielo delante de Dios. Llevan vestiduras festivas y coronas de oro sobre sus cabezas. Se levantan y se postran y presentan sus coronas ante Aquel que está sentado en el trono.
Por consiguiente, en el cielo se perpetúa el acto y la emoción de la adoración.
El hombre tomó conciencia de que Dios es digno de recibir esta adoración. Esto pesupone que Dios no sólo es Señor absoluto sobre vida y muerte, y que el hombre mismo no existe más que en perfecta dependencia suya, sino también que es infinitamente bueno y digno para ser amado.
En el Antiguo Testamento hay dos expresiones tangibles de la adoración que corresponde sólo a Dios: postrarse como expresión de que se es pequeño, y el beso como expresión de entrega y acogimiento. El que es pequeño, se inclina ante la infinita grandeza y omnipotencia del Dios vivo. La entrega corresponde a la conquista de amor del Dios amante.
¿Que se entiende por adoración? Es el reconocimiento de la suprema autoridad y el derecho absoluto del Dios infinito a disponer sobre lo creado. Desde el punto de vista humano, la adoración es la entrega perfecta y desinteresada a Dios y su voluntad.
Dios tiene el derecho absoluto de soberanía y de disponer sobre mí porque es mi Creador, yo soy su criatura.
La adoración es una afirmación del modo de ser del eterno Dios y del modo de ser de la pequeña criatura, la entrega del pequeño ser humano, que se experimenta sumamente débil, la entrega a la grandeza infinita del Dios eterno e infinito.
El proceso vital al que se hace referencia aquí, es de tanta envergadura y profundidad que para realizarlo debemos trabajar durante toda la eternidad.
Podemos y debemos adorar a Dios en representación de las criaturas inanimadas, ya se trate del firmamento estrellado, de las plantas o de los animales. estas son criaturas salidas de la mano del eterno Dios y que no pueden adorarlo dándole gracias. ¿Quién tiene la tarea de cantar el himno de gratitud y el de alabanza y de ofrecer sacrificios de adoración?
Somos sacerdotes de la creación, adoramos al Dios infinito en representación de la creación inanimada.
Deberíamos adorar a Dios por los millones de seres que no saben o no quieren hacerlo.
No sólo adoramos al Dios de los altares, sino también al Dios de la vida y al Dios de nuestros corazones.
¿Tengo interés en que Dios sea adorado y glorificado en todo el mundo?
La adoración de la voluntad divina se une a la adoración de la persona divina.
Adorar, en el sentido más amplio, significa cumplir por amor la voluntad de Dios.
La Sagrada Escritura dice: "Debéis orar en todo momento, sin interrupción". Obviamente se trata de la adoración de la voluntad divina, una especie de adoración perpetua.
El amor es el núcleo de la adoración, debemos ser una única hoguera de amor.
La suprema expresión de la adoración es el sacrificio.
En la medida en que logremos llegar a ser hijos de la Providencia en todos los aspectos, seremos hijos de la adoración perpetua.
Por más apostolado que hagamos, tarde o temprano nuestra tarea no será más que un activismo exterior si no cultivamos el espíritu de la adoración, de la adoración de la voluntad divina y de la persona divina.
Por ser criaturas cargadas con el pecado original nuestro deber para con Dios es la reparación, la expiación. Ante El sentimos que somos pecadores, cargamos con el pecado original y cometimos innumerables pecados personales. Ciertamente debemos repararlos. Ese es nuestro deber frente a Dios. Esta reparación pude suceder a través de tres acciones: primera: silenciosamente, en nuestro interior, confesamos mediante la oración ante Dios nuestras faltas y pecados. "Confiteor",¡ Confieso ! Este es nuestro deber ante Dios. Esto expresa nuestro sentimiento de estar lejos de Dios; segundo: nos arrepentimos de nuestras faltas y pecados; tercero: nos ofrecemos a Dios, El puede hacer con nosotros lo que quiera, aceptamos alegremente todas las pruebas y golpes del destino que vienen de su mano reconociendo que las merecemos, que merecemos un castigo.
Si soportamos todas las cruces y sufrimientos, ofreciéndonos al Padre Celestial en unión con la pasión del Dios hecho hombre, habremos comprendido cuánto debemos orar a Dios.
Padre José Kentenich